Chancay, el nuevo hub industrial: ¿Es justo regalar impuestos a las empresas?
La Zona Económica Especial (ZEE) de Chancay es uno de los proyectos más ambiciosos en la historia reciente del Perú, diseñado para consolidar al país como un hub industrial y logístico en la región. Sin embargo, una cuestión central genera debate: ¿cómo establecer un régimen fiscal que sea suficientemente atractivo para los inversionistas, pero que no comprometa los ingresos del Estado? Este dilema ha llevado a un enfrentamiento de ideas entre los gremios empresariales, el Ministro de Desarrollo e Inclusión Social, Julio Demartini, y el Ministro de Economía y Finanzas, José Arista.
¿Tasa cero como incentivo clave?
La propuesta del ministro Demartini es clara: una exoneración total del Impuesto a la Renta (IR) durante los primeros cinco a diez años para las empresas que se instalen en la ZEE. Según esta perspectiva, una tasa cero permitiría acelerar la inversión privada y consolidar a Chancay como un centro industrial competitivo en Sudamérica.
Los gremios empresariales respaldan esta idea con entusiasmo, argumentando que un incentivo tan agresivo es necesario para competir con zonas económicas similares en otros países. En lugares como Panamá y Singapur, los regímenes fiscales favorables han sido claves para atraer capital extranjero y consolidar sectores estratégicos como el transporte marítimo y la manufactura de alta tecnología.
El enfoque de Demartini también contempla un elemento estratégico: el desarrollo de una autoridad autónoma para gestionar la ZEE y promover industrias clave, como la textil, la agroexportación y la minería. Perú, conocido por su algodón Pima y su alpaca de alta calidad, podría posicionarse como líder global en textiles, algo que una política fiscal competitiva podría catalizar.
Sin embargo, ¿es suficiente con atraer inversión? El Ministro de Economía y Finanzas, José Arista, plantea una pregunta más crítica: ¿quién debe financiar la infraestructura y los servicios públicos que sustentan estas actividades económicas?
La perspectiva del 5%: un punto medio pragmático
José Arista propone una alternativa moderada. En lugar de una exoneración completa, sugiere una tasa inicial del 5%, que aumentaría progresivamente hasta alcanzar el 20%. Esta propuesta busca un equilibrio entre incentivar la inversión y garantizar que las empresas contribuyan al financiamiento de la infraestructura pública que inevitablemente utilizarán.
Desde la perspectiva de Arista, una tasa cero implicaría que el resto de los contribuyentes peruanos estaría subsidiando indirectamente a las empresas. Este enfoque no solo plantea interrogantes sobre la equidad, sino que también podría contravenir recomendaciones internacionales, como las emitidas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que aboga por sistemas fiscales sostenibles y equitativos.
¿Qué se juega realmente en la ZEE de Chancay?
La zona, que se extiende desde Barranca hasta el Callao, tiene un potencial enorme. Conectará a Perú con mercados globales mediante el puerto de Chancay, un proyecto gestionado en parte por capital chino. La ubicación estratégica de esta ZEE, sumada a una gestión autónoma y proactiva, podría transformar la región en un motor económico.
Ahora bien, las decisiones fiscales no solo afectarán a las empresas, sino también a la percepción pública del proyecto. Una tasa cero podría ser vista como un privilegio excesivo para los grandes conglomerados, mientras que una tasa inicial del 5% podría enviar un mensaje de equidad sin desincentivar por completo la inversión. La clave está en encontrar un balance que beneficie tanto al sector privado como a la población en general.
La comparación internacional como referencia
Cuando se observa el panorama global, las Zonas Económicas Especiales exitosas suelen ofrecer un periodo de gracia fiscal. En Dubái, por ejemplo, las empresas disfrutan de exenciones completas por hasta 15 años en ciertas zonas libres, mientras que en México, los incentivos se limitan a reducciones parciales en el impuesto corporativo.
La propuesta de Demartini sigue esta línea agresiva, pero el enfoque de Arista no está lejos de las prácticas internacionales. Países como Malasia han adoptado esquemas similares al de un incremento gradual en las tasas, logrando atraer inversión extranjera sin comprometer por completo su recaudación fiscal.
¿Qué significa esto para el futuro?
En última instancia, el régimen tributario de la ZEE de Chancay será una pieza clave para determinar si el proyecto alcanza su ambicioso objetivo. Mientras que una tasa cero promete un despegue rápido, un esquema más equilibrado, como el 5%, podría ofrecer sostenibilidad a largo plazo. La decisión final dependerá no solo de cálculos económicos, sino también de la visión política sobre el desarrollo nacional y la equidad fiscal.
El debate está lejos de cerrarse, pero lo que está claro es que Chancay no solo será un punto en el mapa económico del Perú; será un laboratorio para las políticas de desarrollo del futuro.